TIRAR LA PIEDRA Y ESCONDER LA MANO

Mauricio Reyes Posada

Siempre he dicho que Muñoz es un tipo solapado y retrechero de esos que tiran la piedra y esconden la mano y si no me creen engañados por lo bueno que aparenta ser el mosquita muerta con su perfecta sonrisa Pepsodent de oreja a oreja a todas horas se lo pruebo con la trastada que me hizo cuando el nuevo profesor de literatura universal un enano macrocefálico de pelo negro domesticado con brillantina y oloroso a pachulí barato de aeropuerto contratado quién sabe dónde para llenar el hueco del profesor Manrique nuestro director de curso el que cantaba y bailaba como mico en costurero con nosotros en las excursiones tan cuarto él y tan justo él sobre todo para calificar pero seguro cansado de repetir hasta la saciedad como un loro mojado la misma retahíla resolvió darse de baja él y claro les tocó conseguir a la topa tolondra y de carreras un enano Incompetente macrocefálico de pelo negro domesticado con brillantina y oloroso a pachulí barato de aeropuerto sin pensar en nosotros los de último año pues al parecer para las directivas del colegio literatura universal es un costura como cívica o canto por no decir religión o gimnasia y no materia de verdad verdad digamos álgebra o física donde los problemas son tangibles y tienen solución y por eso no les importa improvisar un fulano zutano o mengano sacado del cubilete de la rectoría y pagarle cualquier bicoca para que nos dicte literatura universal a los de once como el tal profesor Cervantes un  músico de tercera él un paquetaco de nada él porque aunque parezca mentira no se le dio cinco centavos decirnos en clase que dizque Lope de Vega escribió El avaro y como lo repitió con tanta convicción y seguridad todo el curso se lo tragó entero y yo atrás en mi pupitre procesando ¿es cierto lo que acabo de oír? y si le digo la verdad ¿se molestará? ¿o por el contrario me felicitará con palmaditas en el hombro y me pondrá de ejemplo ante el curso por sido tan amable de corregirlo? Y claro señores un lapsus involuntario lo tiene cualquiera les ido disculpas no me explico fíjense que esas cosas pasan pero como el seño profesor Cervantes de literatura universal no decía ni mu ni esta boca es mía ni nada y mis compañeros de curso tampoco decían ni mu ni esta boca es mía ni nada no me aguanté más el taco y lo solté con el menor número de palabras para no pasar de sabiondo Profesor Cervantes no fue Lope de Vega quien escribió El avaro fue Molière pero el señor profesor Cervantes experto en literatura universal reaccionó como si le hubiera mentado la madre y comenzó a gritarme con su voz de flauta destemplada y medio maricona ¿cómo  se atreve usted a contradecirme delante de sus compañeros haciéndome quedar en ridículo? si estaba parado él en la tarima profesoral dictando clase de literatura universal no era por improvisación sino porque con mucho esfuerzo se había preparado y quemado las pestañas él noches enteras hasta el amanecer aterido él en las heladas madrugadas bogotanas él estudiando literatura universal él para enseñarla él a unos adolescentes privilegiados nosotros que pierden el tiempo sentados ustedes frente a la televisión de basura y se la pasan jugando sin parar como autistas juegos ridículos donde matan a todo el mundo o se lo comen a uno sin ninguna caridad cristiana como si fuéramos galletas pero la ignorancia es atrevida y con esa cháchara dicha a trompicones mientras se le escurrían las babas no me dejó decirle que mi materia preferida era literatura universal y que en mi casa no teníamos televisión ni juegos ridículos donde matan a todo el mundo o se lo comen a uno sin caridad cristiana como si fuéramos galletas pero en cambio mis papás eran unos lectores apasionados con una biblioteca de tres mil volúmenes la mayoría de literatura universal y mi mamá era maestra experta en ciencias sociales escribía versos clandestino y los escondía en los cajones del armario debajo de su ropa y también comedias ligeras que representábamos disfrazados con mis primos durante las novenas de navidad delante de la familia apeñuscada en la sala mientras comíamos natilla fresca con palitos de canela y buñuelos mantecosos en forma de bola y ajiaco con pollo y alcaparras para todos el veinticuatro mientras quemábamos pólvora Mariposa comprada en las casetas de Chapinero después de los rezos vespertinos porque en esa época en Bogotá sí se podía quemar pólvora y disfrutar de sus dulces olores y hacer pesebres con lama verdadera recogida del monte camino a La Calera en costales de fique y no en estos tiempos absurdos donde ponen trenes eléctricos y artificios plásticos de distintos tamaños sin ninguna proporción ni gusto en los pesebres de pacotilla y gozábamos entonces recuerdo locos pirómanos con el estruendo de los totes azules reventados contra el suelo y la lluvia de luces de los volcanes gigantes y la explosión sonora de los voladores de pueblo y las prodigiosas rodachinas creando ilusiones ópticas y las velas romanas calientes en la mano con sus bolas de fuego lanzadas al vacío y los peligrosos globos de papel elevados con mechas de estopa empapadas de petróleo surcando los cielos negros y estrellados de diciembre y también en la casa recuerdo después de las comidas en la sobremesa teníamos por costumbre hablar durante horas de libros y autores y mi hermano mayor  hacía teatro en un grupo del centro en los sótanos de la avenida Jiménez con séptima y montaba obras clásicas él y por eso sabía de las comedias europeas y le había oído hablar de El avaro de Molière donde inmortalizó al desgraciado de Harpagón como el avaro más avaro de todos los avaros del mundo pero va uno a ver qué pasa con este colegio y por el contrario a casi nadie le interesa la literatura universal porque supuestamente no les sirve para nada a los futuros ingenieros, economistas, administradores o médicos en que esperan convertirse y basta aprenderse de memoria quién escribió qué  para pasar el examen final de literatura universal así sea raspando con el mísero tres pero al día siguiente nadie recuerda ni los títulos de las obras ni los temas ni sus autores y lo grave fue supongo haberlo corregido en público pues el profesor Cervantes experto en literatura universal sintió que lo estaba haciendo quedar como un culo pero ¿cómo iba yo a dejar pasar una burrada del tamaño de la plaza de Bolívar? ¿Acaso Marco Polo descubrió América? eso no me lo iba a perdonar a mí mismo y entonces se me vino bufando paranoico él hasta la última fila y me dio la impresión de que no venía él con buenas intenciones sino con muy malas a pegarme un reglazo él en las manos o un coscorrón con los nudillos de sus dedos huesudos en la cabeza como usaban los curas en la primaria y para protegerme de tales amenazas pues no me parecía ni pedagógicas ni saludables ni merecidas ni nada me cubrí la cara con los antebrazos cruzados al modo de los boxeadores profesionales pero cuando llegó a mí el profesor Cervantes experto en literatura universal no se atrevió a tocarme ni un pelo menos mal lo sospechó él pues yo ya estaba decidido a devolverle una trompada directo a la mandíbula y como es un mequetrefe debilucho flacuchento langaruto y para rematar de manos minúsculas uno se siente con derecho a enfrentársele de igual a igual pero en vez de pegarme él en uso de sus poderes disciplinarios y magistrales se limitó a gritarme sudoroso y con los ojos inyectados en sangre  que los maestros como él son unos apóstoles dedicados por vocación divina a la enseñanza y el catecismo dice clarito que la primera de las obras de misericordia es enseñar al que no sabe y si nos dijo que Lope de Vega escribió El avaro así es y lo tenemos que aceptar por respeto a su autoridad y al principio de jerarquía y entonces usted señor por irrespetuoso por impertinente por atrevido por grosero por descarado etcétera etcétera una runfla de adjetivos calificativos en fila india destinados a sepultarme bajo el peso agobiante de palabras tan rebuscadas debe abandonar este salón ya mismo y dejarles el campo libre a sus compañeros que sí quieren aprender literatura universal y blablablá mientras proseguía la cantaleta hueca que me entraba por un oído y me salía por el otro me puse de pie frente a mis veinticuatro compañeros quienes seguían callados con los labios cosidos como si le importara un comino quién escribió El avaro si fue García Márquez o san Luis Gonzaga o el bendito padre Astete pero al fin y al cabo entre profesores y alumnos la pelea es de toche con guayaba madura y el que manda manda y a la hora de la verdad nadie se mete a ayudar pero salí con una sensación de triunfo en la cabeza pues Molière escribió El avaro de eso no tengo duda y yo iba a quedar bien parado al final por tener el valor de decírselo en la cara al señor profesor Cervantes experto en literatura universal y en mi casa me apoyarían ya veía yo sentados a mis viejos en la rectoría del colegio orgullosas ellos revelándole al rector la embarrada del profesor Cervantes de literatura universal y con estas cavilaciones pendejas atravesé el pasillo por entre los pupitres mudos hasta llegar a la puerta del salón y después de unos segundos para mí eternos agrandados por el silencio reinante me devolví y le dije que no se imaginara él que se iba a salir con la suya pero él me respondió tirándome el borrador de tiza con más rabia que tino y por tener más rabia que tino el lanzamiento le salió desviado ni para esos sirve el profesor experto en literatura universal y no llegó a golpearme pues el proyectil pasó zumbando rumbo al patio y en ese preciso instante cuando ya cerraba la puerta hacia el exilio vi al marica de Muñoz con su sonrisa Pepsodent afuera del salón rascándose la cabeza como si tuviera piojos mientras masticaba chicle de bomba como gringo adolescente y fumando Pielroja sin filtro tan tranquilo como el indio Pielroja del paquete mientras tocaban campana para el recreo de media mañana pues había llegado tarde él y no quiso entrar a clase de literatura universal con el señor profesor Cervantes y cuando le conté lo que nos dijo en clase sobre El avaro, Muñoz se puso iracundo y para que este profesor de quinta se dé cuenta de quiénes somos nosotros comenzó a tirar piedras por el basculante de la ventana y después de una buena tanda de piedras de distinto calibre sintió un ruido sospechoso en la puerta y previendo lo peor se escondió de un salto certero como de gato espantado detrás de la pared lateral de modo que cuando salió el profesor Cervantes experto en literatura universal a comprobar quién tiraba las piedras me vio sólo a mí sentado en las escalinatas y para él en ese momento qué Lope de Vega ni qué Molière ni qué carajo lo único cierto era la presencia incómoda de un alumno violento ahí afuera atacándolo a piedra y entonces dejó de dictar la clase de literatura universal el señor profesor Cervantes y se fue directo al edificio principal a buscar al director de disciplina un viejo alemán rígido como una carrilera con quien volvió a los pocos minutos rojos de la ira los dos el director de disciplina y el profesor experto en literatura universal con las piedras en la mano poniéndomelas en las narices la evidencia suma la prueba reina el cuerpo del delito y ya frente a mí el director de disciplina sin saludarme me soltó un regalo mitad alemán mitad no sé qué algo así como #$@%&%&%&*@=!&®€ y me ordenó sin más protocolos entrar al salón y guardar mis pertenencias en absoluto silencio no le admito ninguna explicación que me fuera expulsado hasta nueva orden y dele con el temita de la autoridad incuestionable y mientras me imponía el castigo con su autoridad incuestionable divisé al güevón de Muñoz asomado a la puerta mirándome con su cara de yo no fui y su insufrible sonrisa Pepsodent de oreja a oreja y no sé por qué por un instante pensé que iba a decir la verdad él pero como no decía nada él ni yo tampoco podía abrir la boca para no pasar por sapo en el curso con los ojos le reclamé oiga Muñoz no sea gallina diga carajo quién tiró las piedras y le mantuve la mirada unos minutos a ver si confesaba él pero ya dije que Muñoz es un tipo solapado y retrechero de esos que tiran la piedra y esconden la mano y no sólo se quedó mudo y taimado sino que dando media vuelta con su sonrisa Pepsodent el muy hipócrita salió a conversar con los del curso como si no hubiera pasado nada y yo me quedé entonces dueño de su culpa y de su cobardía y de su sonrisa Pepsodent y adiós a mi sabiduría literaria y a los elogios por haber tenido el valor de corregir al profesor Cervantes experto en literatura universal en plena clase y mientras me marchaba a mi casa a expiar el delito imaginario con el morral a las espaldas pensé que la tal medida disciplinaria más que un castigo era un premio merecido por mi sabiduría y por haber sido capaz de corregir en público al señor profesor Cervantes experto en literatura universal pues tendría tiempo además para leer El avaro de Molière y otras comedias de Molière aunque por lo pronto para los efectos académicos y conveniencia personal al resolver los futuros exámenes de literatura universal con el profesor Cervantes experto en literatura universal concluí que Lope de Vega fue quien escribió El avaro pero conste que lo digo aquí entre nos y con el perdón de Molière a quien imagino revolcándose en su tumba vociferando gruesos improperios en francés antiguo contra el profesor Cervantes experto en literatura universal quien estará revisando a estas horas en la biblioteca del colegio los últimos textos editados de literatura universal para luego de quemarse las pestañas leyéndolos confrontar un dilema insoluble él al no saber qué hacer él con sus nuevos conocimientos de literatura universal adquiridos en esos últimos textos editados y consultados por él en la biblioteca del colegio y para no saber tampoco qué hacer con su alumno ni con su propia conciencia si la tiene él luego de descubrir en esos últimos textos editados de literatura universal y leídos por él en la biblioteca del colegio que no fue Lope de Vega quien escribió El avaro sino Jean-Baptiste Poquelin más conocido como Molière a quien debo ocho días de lectura en premio por un delito imaginario y se lo cuento para que vean por qué no resultó malo tirarle piedras al profesor de literatura universal y por qué siempre he dicho que Muñoz es uno de esos tipos solapados y retrecheros que tiran la piedra y esconden la mano y por qué no quiero que en mi colegio nunca jamás puedan tildarme de sapo.



MAURICIO REYES POSADA

(Bogotá, 1947) Abogado de la Universidad Javeriana, dedicado al ejercicio profesional y a la docencia. Ganador del Concurso Nacional de Cuento Ónix en 1971. Autor del libro de cuentos Casimiro mire Casimiro (Villegas Editores, 2001), Pensamiento político de los sofistas y Discursos dispersos.
El anterior cuento corresponde al primer puesto del Concurso de Cuento Bogotá Capital Mundial del Libro 2008, organizado por la revista Número y publicado por la misma bajo el título Los que cuentan

Thomas Mann

Una de las calles que llevan desde la Quaigasse, con una pendiente bastante empinada, a la parte media de la ciudad, se llama el Camino Gris. Hacia la mitad de esa calle y a mano derecha según se llega del río, está la casa número 47, un edificio estrecho y de color turbio, que no se distingue en nada de sus vecinos. En los bajos hay una mercería, donde puede comprarse lo mismo chanclos de goma que aceite de ricino. Si se entra en el portal, después de ver un patio en el que vagabundean los gatos, se encuentra una escalera de madera estrecha y desgastada (en la que se respira un olor indescriptible a humedad y pobreza) que conduce a los pisos. En el primero a la izquierda vive un carpintero, a la derecha una comadrona. En el segundo a la izquierda vive un zapatero remendón, a la derecha una señora que se pone a cantar en voz alta en cuanto oye pasos en la escalera. En el tercero izquierda el piso está vacío, y a la derecha vive un hombre llamado Mindernickel, cuyo nombre, para colmo, es Tobías. Sobre este hombre hay una historia que debe ser contada, pues es misteriosa y vergonzosa en demasía. El aspecto exterior de Mindernickel es llamativo, extraño y ridículo. Si se le ve, por ejemplo, cuando sale a dar un paseo, subiendo con su delgada figura por la calle, apoyándose en un bastón, nos daremos cuenta de que va vestido de negro de pies a cabeza. Lleva un sombrero de copa pasado de moda, campanudo y afieltrado, un gabán estrecho y rozado por el uso y pantalones igualmente miserables, desflecados por abajo y tan cortos que se ve el forro de goma de los botines. Por lo demás, debe decirse que esta indumentaria está cepillada con el mayor cuidado. Su cuello esquelético parece mucho más largo, por cuanto emerge de un cuello bajo y vuelto de la ropa. El canoso cabello es liso y está peinado sobre las sienes; la ancha ala del sombrero de copa sombrea un rostro afeitado y pálido de mejillas hundidas, ojos irritados que raras veces se alzan del suelo, y dos profundas arrugas que descienden desde la nariz hasta ambas comisuras de la boca, amargamente dirigidas hacia abajo.
Mindernickel sale muy pocas veces de casa, y tiene sus motivos, porque en seguida que aparece en la calle se reúnen muchos niños, lo persiguen durante un buen trecho y ríen, se burlan y cantan: "¡Jo, jo, Tobías!", le tiran del gabán, y la gente sale a la puerta y se divierte. Mas él camina sin defenderse y mirando temerosamente a su alrededor, con los hombros encogidos y la cabeza gacha, como una persona que camina bajo un aguacero sin paraguas; y aunque se le ríen en la cara, de vez en cuando saluda con una humilde cortesía a algunas de las personas que están a la puerta de sus casas. Más tarde, cuando los mitos quedan atrás y nadie más lo conoce, y son pocos los que se vuelven a mirarlo, sigue sin modificar esencialmente su conducta: continúa mirando temerosamente y caminando encogido, como si sintiera sobre sí mil miradas irónicas. Y cuando alza la vista del suelo, vacilante y apocado, puede observarse el hecho extraño de que es incapaz de mirar con fijeza a persona o cosa alguna. Parece, aunque suene raro, que le falte aquella superioridad natural de la contemplación con que todo ser individual mira las cosas del mundo; parece que se siente inferior a todas esas cosas, y sus ojos inestables han de arrastrarse por el suelo frente a cualquier persona o cosa...
¿Qué ocurre con este hombre, que siempre está solo y parece ser desgraciado en un grado extraordinario? Su indumentaria que quiere ser burguesa, así como un cierto movimiento cuidadoso al pasarse la mano por la barbilla, parecen indicar que no pertenece en modo alguno a la clase social en cuyo seno vive. Dios sabe qué habrán hecho con él. Su rostro tiene un aspecto, como si la vida, con una risotada de desprecio, lo hubiera golpeado en él con el puño cerrado... Por otra parte, es muy posible que, sin haber recibido duros golpes del destino, no haya sido capaz de enfrentarse a la existencia; y la enfermiza inferioridad y estupidez de su aspecto produce la penosa impresión de que la naturaleza le hubiera negado la medida de equilibrio, fuerza y aguante necesarios para existir con la cabeza erguida.
Cuando, apoyado en su negro bastón, ha dado una vuelta por la ciudad, vuelve -recibido en el Camino Gris por los aullidos de los niños- a su vivienda; sube por la maloliente escalera a su habitación, que es pobre y está desprovista de adornos. Sólo la cómoda, un sólido mueble estilo Imperio con pesadas asas de metal, tiene belleza y valor. Ante su ventana, cuya vista está irremediablemente tapada por la gris pared posterior de la casa vecina, hay una maceta llena de tierra, en la que no crece nada; aun así, Tobías Mindernickel se acerca a veces a ella, contempla la maceta y huele la tierra.
Junto a esta habitación hay una pequeña alcoba.
Cuando entra, Tobías coloca el sombrero y el bastón sobre la mesa, se sienta sobre el sofá tapizado de verde, que huele a polvo, apoya la barbilla en la mano y contempla el suelo ante sí, con las cejas alzadas. Parece que no tenga otra cosa que hacer en el mundo.
Por lo que se refiere al carácter de Mindernickel, es muy difícil emitir una opinión; el siguiente incidente parece hablar en su favor. Cuando aquel hombre extraño salió cierto día de su casa y, como siempre, se reunió una pandilla de niños que lo perseguía con exclamaciones de burla y risas, un niño de unos diez años tropezó con el pie de un compañero y se cayó al suelo con tanta violencia, que le brotó la sangre de la nariz y de la frente y se quedó caído, llorando. Entonces Tobías se volvió, corrió hacia el niño caído, e inclinándose sobre él empezó a compadecerle con voz suave y temblorosa.
-Pobre niño -decía-, ¿te has hecho daño? ¡Estás sangrando! ¡Miren, le corre sangre por la frente! Sí, sí, has tenido una caída muy mala. Claro, duele tanto, y por eso llora, pobre niño. ¡Cuánta compasión te tengo! Ha sido culpa tuya, pero te voy a vendar la frente con mi pañuelo... así. Bueno, ahora tranquilízate; voy a levantarte...
Y con estas palabras, después de haber vendado efectivamente al pequeño con su propio pañuelo, lo puso en pie con cuidado y se alejó. Mas su actitud y su rostro mostraban en este instante una expresión muy distinta de la corriente. Caminaba con firmeza y erguido, y su pecho respiraba con fuerza bajo el estrecho gabán; sus ojos parecían haberse hecho más grandes, tenían brillo y se fijaban con firmeza en las personas y las cosas, mientras que en su boca había un gesto de dolorosa felicidad...
Este incidente tuvo como consecuencia que disminuyeran las burlas de la gente del Camino Gris durante unos días. Al cabo de algún tiempo, sin embargo, se había olvidado su sorprendente conducta, y una multitud de gargantas sanas, alegres y crueles volvió a cantar detrás del hombre encogido y abúlico: "¡Jo, jo, Tobías!"
2
Una mañana soleada, a las once, Tobías abandonó la casa y cruzó toda la ciudad hasta el Lerchenberg, aquella colina alargada que durante las horas de la tarde constituía el paseo más distinguido de la ciudad, pero que, dada la excelente primavera que reinaba, también a aquella hora estaba concurrida por algunos coches y peatones. Bajo un árbol de la gran avenida principal había un hombre con un perro de caza de poca edad, sujeto por una correa, que aquél mostraba a los paseantes con la evidente intención de venderlo; era un animal pequeño y musculoso, de pelo amarillo, tendría unos cuatro meses, con un anillo negro en un ojo y una oreja negra.
Cuando Tobías observó esto, a una distancia de unos diez pasos, se detuvo, se pasó la mano varias veces por la barbilla y contempló pensativamente al vendedor y al pequeño can, que movía el rabo, alerta. Luego siguió caminando; dio tres vueltas al árbol, apretándose la boca con el puño del bastón, y finalmente se acercó al hombre y le dijo, mientras contemplaba fijamente al animal.
-¿Cuánto vale este perro?
-Son diez marcos -respondió el hombre.
Tobías permaneció silencioso durante un momento y dijo luego, indeciso:
-¿Diez marcos?
-Sí -dijo el hombre.
Entonces Tobías saco una bolsa de cuero negro del bolsillo, extrajo de la misma un billete de cinco marcos, una moneda de tres y una de dos, entregó rápidamente este dinero al vendedor, cogió la correa y tiró de ella rápidamente, encogido y mirando con temor a su alrededor, ya que algunas personas habían observado la compra y se reían, llevándose al animal, que chillaba y se resistía. Se resistió durante todo el camino, apoyando las patas delanteras en el suelo y contemplando con una temerosa interrogación a su nuevo dueño; pero éste siguió tirando con energía y en silencio, y cruzó con fortuna la ciudad.
Entre la juventud callejera del Camino Gris se produjo un enorme tumulto cuando apareció Tobías con el perro; pero él lo cogió en brazos, se inclinó sobre él y se apresuró a ganar las escaleras y su habitación, perseguido por los gritos burlones y las risotadas. Al llegar puso al perro, que lloriqueaba sin parar, en el suelo, lo acarició satisfecho y dijo luego, condescendiente:
-Bueno, bueno; ya ves que no tienes por qué tenerme miedo, perro.
A continuación sacó de un estante de la cómoda un plato con carne cocida y patatas, y lanzó al animal una parte, con lo que éste cesó en sus quejas y devoró la comida entre señales de satisfacción.
-Te llamarás Esaú -dijo Tobías-. ¿Me entiendes? Esaú. Te será fácil recordar un sonido tan sencillo...
Y, señalando el suelo a sus pies, exclamó en tono imperioso:
-¡Esaú!
El perro, esperando quizá recibir algo más de comida, se acercó y Tobías le palmeó el costado, satisfecho, mientras comentaba:
-Así es, amigo mío. Te estás portando bien.
Luego retrocedió unos pasos, señaló el suelo y repitió de nuevo:
-¡Esaú!
Y el animal, que se había animado, se acercó de un salto y lamió las botas de su amo.
Con la satisfacción de dar órdenes y verlas realizadas, Tobías repitió este ejercicio incansablemente, hasta doce o catorce veces; finalmente el perro pareció cansarse y tener ganas de descansar y hacer la digestión, y se echó en el suelo en la pose graciosa e inteligente de los perros de caza, estirando ante sí las dos patas delanteras, largas y de fina nerviación.
-¡Otra vez! -dijo Tobías-. ¡Esaú!
Pero Esaú volvió la cabeza a un lado y continuó en su lugar.
-¡Esaú! -exclamó Tobías con la voz alzada imperiosamente-. ¡Debes venir aunque estés cansado!
Pero Esaú apoyó la cabeza sobre sus patas, sin pensar siquiera en levantarse.
-Oye -dijo Tobías, y su voz estaba cargada de una sorda y terrible amenaza- ¡obedece o sabrás que no es bueno provocarme!
El animal se limitó a mover un poco el rabo.
Ahora se apoderó de Tobías una rabia infinita, injustificada y loca. Cogió su bastón negro, levantó a Esaú por la piel de la nuca y comenzó a apalear al animal sin hacer caso de sus aullidos, mientras repetía una y otra vez, fuera de sí y con voz terriblemente silbante:
-¿Cómo? ¿No obedeces? ¿Te atreves a desobedecerme?
Por fin arrojó el bastón a un lado, puso en el suelo al perro, que temblaba, y comenzó a pasearse arriba y abajo ante él, con las manos a la espalda y respirando hondamente, mientras que de vez en cuando dirigía al perro una mirada iracunda y orgullosa. Después de haberse paseado así durante algún tiempo, se detuvo junto al animal, que se volvió de espaldas al suelo y movía las patas implorante, cruzó las manos sobre el pecho y habló con la mirada terriblemente dura y fría y el tono con que Napoleón se dirigía a la compañía que perdía su bandera en la batalla:
-¿Cómo te has portado, si puede saberse?
El perro, agradecido sólo por esta aproximación, se acercó aún más a rastras, se apretó contra la pierna de su dueño y miró hacia arriba con sus ojos humildes. Durante un buen rato, Tobías contempló al humillado ser desde su altura y en silencio; mas luego, cuando sintió aquel calor conmovedor en su pierna, recogió a Esaú y lo levantó.
-Está bien, voy a tener compasión de ti -dijo, pero cuando el buen animal comenzó a lamerle la cara, su estado de ánimo se transformó en emoción y melancolía. Oprimió al perro contra sí con doloroso cariño, sus ojos se llenaron de lágrimas, y sin articular bien las frases comenzó a repetir con voz ahogada:
-Mira, eres mi único... mi único...
Luego acostó a Esaú con todo cuidado en el sofá, se sentó junto a él, apoyó la barbilla en la mano y lo contempló con gran dulzura y recogimiento.

3
Desde entonces Tobías Mindernickel abandonaba su casa aún menos que antes, pues no se sentía inclinado a mostrarse en público con Esaú. Dedicó toda su atención al perro; más aún, de la mañana a la noche no se ocupaba en otra cosa sino darle de comer, limpiarle los ojos, darle órdenes, reñirle y hablar con él como si de un ser humano se tratase. La cosa era que no siempre Esaú se portaba a su gusto. Cuando se echaba en el sofá, soñoliento por falta de aire y de libertad, y lo miraba con ojos melancólicos, Tobías se sentía lleno de contento; se sentaba en actitud recogida y satisfecha y acariciaba compasivamente el pelo de Esaú, diciéndole:
-¿Me miras dolorosamente, amigo mío? Sí, sí; la vida es triste, y así has de verlo, aunque seas tan joven...
Pero cuando el animal, enloquecido por el instinto de la caza y del juego, corría por la habitación, se peleaba con una zapatilla, saltaba a las sillas y daba vueltas de campana en su exceso de vitalidad, Tobías seguía sus movimientos de lejos, con una mirada de desorientación, disgusto e inseguridad, y una sonrisa desagradable y rabiosa, hasta que lo llamaba en tono iracundo, gritándole:
-Deja de hacer el loco. No hay motivo para danzar por ahí.
Una vez ocurrió incluso que Esaú se escapó de la habitación y bajó la escalera hasta la calle, donde empezó en seguida a perseguir un gato, devorar excrementos de caballo, a pelearse y jugar con los niños, ebrio de felicidad. Cuando apareció Tobías, entre el aplauso y las risas de toda la calle, con el rostro dolorosamente desencajado, ocurrió lo triste: que el perro huyó de su dueño a grandes saltos... Este día Tobías le pegó durante largo rato y con encarnizamiento.
Cierto día -el perro le pertenecía desde hacía algunas semanas- Tobías sacó un pan de la cómoda para dar de comer a Esaú, y comenzó a cortarlo en pequeños trozos -que dejaba caer al suelo-, por medio de un cuchillo de gran tamaño, con mango de hueso, que solía utilizar para este fin. El animal, loco de apetito y ganas de jugar, saltó hacia él a ciegas, clavándose el cuchillo torpemente manejado en la paletilla, y cayó al suelo, retorciéndose y sangrando.
Asustado, Tobías dejó todo de lado y se inclinó sobre el herido; pero de repente se transformó la expresión de su rostro, y es cierto que hubo en él un reflejo de alivio y alegría. Cuidadosamente llevó al perro a su sofá, y nadie podría imaginar con qué entrega comenzó a cuidar al enfermo. Durante el día no se separaba de él; por la noche lo dejaba dormir en su propia cama, lo lavaba y vendaba, y lo acariciaba, consolaba y compadecía con incansable afán y cuidado.
-¿Duele mucho? -decía-. Sí, sí; sufres amargamente, pobre animal. Pero calla, hemos de soportarlo.
Su rostro se veía sereno, melancólico y feliz al pronunciar tales palabras.
Mas en el mismo grado que Esaú fue recuperando fuerzas, volviéndose más alegre y curándose, el comportamiento de Tobías fue haciéndose inquieto y descontento. Ahora no consideraba necesario ocuparse de la herida, sino que se limitaba a expresar su compasión mediante palabras y caricias. Sólo que la curación fue progresando; Esaú tenía una buena naturaleza, y ya comenzaba a moverse por la habitación; cierto día, después de haber vaciado un plato de leche y gachas, saltó del sofá sintiéndose completamente sano y se puso a correr con alegres ladridos y el antiguo entusiasmo por las dos habitaciones, comenzando a tirar de las mantas, a cazar zapatillas y a dar alegres vueltas de campana.
Tobías estaba de pie ante la ventana, junto a la maceta, y mientras una de sus manos, que salía de las deshilachadas mangas larga y delgada, torcía un mechón del cabello peinado sobre las sienes, su figura se destacaba negra y extraña del muro gris de la casa vecina. Su rostro estaba pálido y desfigurado por la amargura, y seguía con la mirada rabiosa, confusa y llena de envidia y maldad las piruetas de Esaú. De súbito se dio un impulso, caminó hacia él y lo detuvo, tornándolo lentamente en sus brazos.
-Mi pobre animal -comenzó con voz lastimera; pero Esaú, lleno de ánimos y poco inclinado a seguir permitiendo aquel trato, cogió la mano que quería acariciarlo, se escapó de los brazos, saltó al suelo haciendo una alegre finta y con un ladrido salió corriendo. Lo que ocurrió entonces es algo tan incomprensible e infame, que me niego a relatarlo con detalle. Tobías Mindernickel se quedó de pie, adelantando un poco los brazos colgantes a lo largo del cuerpo. Sus labios estaban apretados y los ojos se movían de un modo terrible en sus órbitas. Y luego, repentinamente, en una especie de ataque de locura, cogió al animal; en su mano brilló un gran objeto metálico, y con un corte que llegaba desde el hombro derecho hasta muy hondo en el pecho el perro cayó al suelo sin proferir sonido alguno. Quedó caído de lado, tembloroso y sangrando... En el mismo instante fue depositado sobre el sofá, y Tobías estuvo arrodillado ante él, oprimiendo una tela contra la herida y balbuciendo:
-¡Mi pobre animal! ¡Mi pobre animal! ¡Qué triste es todo esto! ¡Qué tristes somos los dos! ¿Sufres? Sí, sí, sé que sufres... ¡qué lamentable estado el tuyo! Pero yo, yo estoy contigo. ¡Yo te consolaré! Mi mejor pañuelo...
Pero Esaú permanecía echado, con un estertor. Sus ojos, turbios e interrogantes, se volvían hacia su amo sin comprender, llenos de inocencia y de queja... y luego estiró un poco sus patas y murió.
Tobías permaneció inmóvil. Tenía la cabeza apoyada en el cuerpo de Esaú y lloraba amargamente.
FIN

POESIA

MOMENTO LITERARIO 13
Nezahualcóyotl, un rey filósofo y uno de los más grandes poetas de América. Su gente fueron los Alcohuanos, parte de la tercera ola de migración de las tribus del norte hacia el Valle de México.
Nació en (1402) en Texcoco y murió en 1472. Sus padres fueron Ixtlixócitl y Matlalcihuatzin. Recibió esmerada educación, tanto en el palacio paterno, como en el calmecac o escuela de estudios superiores. De esta forma pudo adentrarse en el conocimiento de las doctrinas y sabiduría heredadas por los Toltecas. Murió a los 70, lleno de honores y le sobrevivieron varias de sus esposas, una horda de concubinas y 110 hijos. Uno de sus hijos legítimos, un muchacho de 18 años de edad llamado Nezahualpilli, le sucedió en el trono.
Compuso numerosos cantos y poemas, de los que se conservan unos 30, donde planteaba profundos problemas filosóficos. Todos estos poemas nos dejan penetrar dentro del alma y expresión de Nezahualcóyotl.



ALEGRAOS

Alegraos con las flores que embriagan
las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de la lluvia,
fragantes flores,
abren ya sus corolas.
por allí anda el ave,
parlotea y canta,
viene a conocer la casa del dios.
sólo con nuestras flores
nos alegramos.
sólo con nuestros cantos
perece nuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
vuestro disgusto se disipa.
Las inventa el dador de la vida,
las ha hecho descender
el inventor de sí mismo,
flores placenteras,
con esto vuestro disgusto se disipa
Moctezuma II



CANCIÓN AL FLECHADOR

Espía, acechador que andas cazando por los montes,
una vez, dos veces,
vamos a cazar a orillas de la arboleda
en rápida danza, hasta tres veces.
Alza bien tu frente,
alista bien la mirada,
no hagas errores
para que alcances tu premio.
¡Tienes bien afilada la punta de tu dardo?
¡Tienes bien enastada la cuerda
de tu arco, has puesto buena
resina de catzim en las plumas
que están en la punta de la vara de tu dardo?
¿Has untado bien
grasa de ciervo macho
en la fuerza de tu brazo, en la fuerza de tu pie,
en tus rodillas, en tus gemelos,
en tus costillas, en tu tórax, en tu pecho?
Da tres vueltas rápidas
alrededor de la columna de piedra pintada,
ahí donde está atado el viril
hombre joven, virgen e inmaculado.
Da la primera, a la segunda
toma tu arco, ponle la flecha,
apúntale al pecho, no es necesario
que pongas toda tu fuerza
para asaetearlo, para no
herirlo profundamente en sus carnes,
para que pueda sufrir un poquito,
pues así lo quiso
el Bello Señor Dios.
Cuando des la segunda vuelta
a la columna pintada de azul,
cuando la des,
asaetéalo de nuevo.
Habrás de hacer esto
sin dejar de danzar, porque
asi es como lo hacen los buenos escuderos guerreros,
los hombres que se escogen
para dar bondad
a los ojos del Señor Dios.
Así como se asoma el sol
sobre el bosque de oriente,
comienza el arquero flechador
el canto.
Todo lo dan
los escuderos peleadores.
Poema Quichua



En laguna de cristal

En laguna de cristal voy a peinarme,
en laguna de cristal
yo, mujer fuerte,
mujer que camino
por dentro de las huabillas.

Yo me voy por donde quiero
... por el cerro de Huamaní.
A nada temo.
soy mujercita andariega,
caminaré libremente
por el cerro de Huamaní.
¡Qué mujer! ¡Cómo se peina
en laguna de cristal
Por dentro de las huabillas
camina libre y mujer.
Poema Cuna
(Colombia)



Tinaja

Cuentan mis abuelos
que la tinaja tiene vida
que la tinaja representa
la resistencia de nuestro pueblo.
Tinaja e Ipelele
son la misma sangre,
por eso el Tule bebe
esa caña fermentada hasta la saciedad
porque beber
es recordar el camino de los mayores
es embriagarnos con nuestra historia.
Poema de los Quichua Amazónicos



Muñeco de trapo

Brinca hacia acá, muñeco de trapo,
sal por allá muñeco,
muñeco de trapo.

Sal por allá, muñeco de trapo,
brinca por acá, niñito,
niño de trapo,
niña de trapo,
sal por acá muñeco.

Brinca por allá, niño de trapo.
La mamá de Fernando es de trapo,
el papá de Fernando es de trapo.
Salgan por acá, viejitos,
dicen los niños.

Brinca por acá, Tabalo,
Sal por allá, muñeco,
sal por acá, muñeco,
muñeco de trapo,
mamá de trapo,
papá de trapo,
sal por acá, muñeco,
sal por acá, Tabalo.

(Poema jocoso referido al juego que los nativos realizan con el Chaucha Huahua o muñeco de trapo que simboliza la fertilidad y se acostumbra a colocar en la cama entre los recién casados).



Fredy Chicangana

Indígena yanacona colombiano. Sus poemas han sido dados a conocer en periódicos y otras publicaciones colombianas y latinoamericanas. Ha tomado parte en encuentros continentales de poetas indígenas, a partir de los cuales ha asumido la tarea de difundir la nueva generación de poetas aborígenes de América.
(Nación Yanacona, Colombia)



Espíritus de la noche

El cuerpo de la noche desnuda
trae nuestros muertos en luces multicolores
que como círculos diminutos nos examinan
y nos hacen vibrar de alegría y de miedo
a estos espacios lejanos habitados por siempre
ellos -los muertos- acuden a cuidar sus chagras,
sus seres queridos, sus chozas, sus amores secretos.

Pero esta noche temida y amada trae también los espíritus malos y buenos
los que zumban como el colibrí nocturno
entre el relampagueo y los ríos (waikos) bravíos
anunciando la lluvia o el verano según su chillido
Trae los espíritus Aukas que son niño y niña
memoria del tiempo cuando fueron sangre para los Dioses,
para los Wuaikos,
para los Urkos y Volcanes sagrados.

Noche de fuego es también;
la luciérnaga que persigue la sombra de nuestros cuerpos
y apaga su vida entre viejos troncos
que vibran bajo su luz.



El durazno en tía julia

Y un día en mi memoria
de rojos geranios y loros waunanas
la voz de tía Julia se trepo al durazno;
acarició suavemente al viento y
palmoteó mi espalda. Doblo la esquina de mi remota huella y se quedo dormida en la mitad del tiempo.
Desde mi recuerdo, se agolpan entonces, las pequeñas hormigas
de la tía Julia;
las hormigas que siempre husmeaban por entre los diarios,
las que hundían sus labios entre hermosas piñas y verdes curubas,
aquellas que desnudaban cebollas y ajos para comidas futuras.
Incansables hormigas
que se marchitaron entre el fuego ardiente y /la harina cocida.

Hoy ya no estas tía Julia, /así es la vida.
Un mes antes de tu muerte, los Yanaconas ya lo sabíamos.
Se lo dijo Yolanda
a tu sobrina Esperanza cuando el durazno floreció como nunca y el dulce era suave como tu espíritu /la flor del durazno esta anunciando la muerte 
del que abonó la raíz, /esta llorando la ausencia de la mano amiga,
 /se esta alimentando de la flor de la vida para avisar la muerte.
y te fuiste,
y como el durazno vivimos tu ausencia. Hoy nos vestimos de flores
para recordar tu mano,
tu espíritu inquieto ante el mundo del indio,
el zas de tus chanclas trepando incómodamente por las escaleras,
las canas con las que el viento bromeaba,
la menudita sombra de explosión de vocales,
aquella mirada redonda y perdida como la rutina, mirada de encierro como
aquella del loro waunana /que sobre el patio canta con sus alas rotas.
De ti y para ti lo mejor del durazno tía Julia
aun eres vida desde las cenizas que desde el patio anida polluelos y aroma
geranios.



Soy Yanacona

Soy Yanacona
de tierra americana
de los rebeldes del Macizo amado.

Yo reivindico a los Yanas de fuego
a los hijos y adoradores de Jucas,
a los Yanas que son serpiente.

Vengo desde mi piel de agua
y soy fruta de páramo.
Traigo el misterio y la altivez de la llama
soy Yanacona,
de aquellos que se levantan desde las cenizas
de los que hacen fuego
con la última brasa.

Soy pueblo;
soy de maíz y de barro
soy tierra ancestral
placenta viva
en el fondo de América.



Candelario Obeso (Colombia)

Candelario Obeso nació en Mompós el 12 de enero de 1849. Profesor, novelista, comediógrafo y traductor, se le concede el mérito de ser el iniciador de la poesía negra en Colombia. A pesar del desarrollo de todas estas actividades a lo largo de su vida, siempre vivió en la pobreza. Era hijo de una humilde lavandera e hijo natural de Eugenio María Obeso, abogado residenciado en su pueblo natal. Fue el primer poeta negro que logró editar un título en Colombia y con su pluma respondió altivamente a las represalias de quienes trataron de oponerse a sus designios. Murió el 3 de julio de 1884.



Canción del boga ausente

Qué trite que etá la noche,
La noche qué trite etá;
No hay en er cielo una etrella
Remá, remá.

La negra re mi arma mía,
Mientra yo brego en la má,
Bañao en suró por ella,
¿Qué hará? ¿Qué hará?

Tar vé por su zambo amao
Doriente sujpirará,
O tar vé ni me recuerda...
¡Llorá! ¡Llorá!

La jembras son como toro
Lo r'eta tierra ejgraciá;
Con acte se saca er peje
Der má, der má.

Con acte se abranda er jierro,
Se roma la mapaná...
Cojtante y ficme? laj pena!
No hay má, no hay má!...

Qué ejcura que etá la noche,
La noche quéejcura etá;
Asina ejcura é la ausencia
Bogá, bogá!



FREEDOM NYAMUBAYA:

Nació en Murewa, Zimbabwe, el 5 de mayo de 1958. En 1975 se unió al Ejército de Liberación Nacional de Zimbabwe. Ha publicado en poesía: En el camino de nuevo, 1986; Ndangariro, 1987 y Crepúsculo del amanecer, 1995. Sus poemas y cuentos han sido incluidos en varias antologías, entre ellas, Escribiendo todavía y Resistencia de mujeres. En la actualidad preside una organización dedicada a la cría de animales salvajes en peligro de extinción.



VIAJE Y MEDIO

¿Alguna vez te ordenaron desnudarte
Frente a un millar de ojos aullantes
Forzada a permanecer tirada de espaldas
Con tus piernas abiertas
Permitiendo que alguien a quien nunca
Viste antes inspeccione tu vagina?
Imagínate tirada de espaldas
Apoyada sobre un estómago vacío
Sobre hormigas que te muerden furiosas
Sobre las arenas calientes de África
Y que te pidan que simules hacer el amor
¿Alguna vez has permanecido despierta
Cientos de horas en  una noche
Llorando a gritos sin voz?
¿Alguna vez te pidieron que ladraras como un perro salvaje
O que te rieras como una hiena
O te han golpeado las nalgas
Hasta convertirlas en carne molida?
“ ¡La verdad proviene de las nalgas del camarada”!
Una famosa consigna
Esto sucedió en los campamentos del movimiento de liberación
Hemos recorrido un largo camino
Y todavía tenemos que hacer viaje y medio.



ZOLANI  MKIVA

Nació en Suráfrica en 1974. Es uno de los practicantes más jóvenes de una de las tradiciones orales más antiguas de África, el ukubonga (canto de alabanza). Estudió ciencias sociales en la Universidad del Cabo Oeste, a la par que continuó con la práctica de su música y ha utilizado su poesía en composiciones musicales. En Zimbabwe fue nombrado príncipe de poesía-afro. Es además fundador y trabajador de campo de la Fundación  Humanitaria Mkiva cuya función es ayudar a personas del campo en el desarrollo de arte, cultura, bienestar y educación.



 HIJO DEL SUELO

Soy hijo del suelo
Un hermano para las hijas de la tierra
No tengo labios perfumados
Pero hablo la verdad
No tengo nariz de perro
Pero puedo oler y distinguir entre monóxido de carbono y oxígeno
No tengo ojos de gato
Pero puedo ver los colores reales de mi continente
No tengo orejas de burro
Pero puedo escuchar qué tiene sentido y qué es una molestia
No tengo manos suaves
Pero puedo hacer mi parte y alejar a mi gente de la vergüenza
No tengo un corazón grande
Pero sí tengo pasión por el amor
Pasión por mi gente
Pasión por mi país
Pasión por mi continente
Porque soy el hijo del suelo
Un hermano para las hijas de la tierra
De corazón, soy un auténtico hombre de África
Desde mis raíces,  soy africano
Un hijo del suelo por siempre.